top of page

EL SÓTANO (Parte X. Final)

Foto del escritor: Gorka ArtazaGorka Artaza

Actualizado: 30 ene 2022

Pues ya está. Hemos llegado. Aquí está el final. Pero ya me conocéis, no vamos a ir tan pronto a él. Aunque soy consciente de que esta parte te la puedes saltar e ir directamente un poco más abajo, a la resolución de este relato, si estás leyendo esto es que no lo has hecho así. Aquí es donde en Twitter metería el gif del chico negro ese que se lleva el dedo a la cabeza como diciendo 'sólo hay que pensar un poco, amigo'... El caso es que si estás aquí es porque, al igual que las entregas anteriores, has sentido la curiosidad de ver qué tenía que decir acerca de este proceso antes de ir con la lectura del correspondiente capítulo.


Pues ahí vamos. Buff, tengo muchas cosas que decir y a la vez no quiero alargar demasiado este proceso. En primer lugar, tengo que pedir disculpas. Disculpas a todos aquellos lectores y lectoras que habéis estado siguiendo este proyecto que nació de un arrebato y que habéis padecido mi inconstancia y falta de rigor a la hora de publicar los capítulos con cierto un orden cronológico. Y no me refiero a que la historia no esté ordenada en función de la fecha de los acontecimientos, sino al hecho de que no he mantenido ninguna frecuencia de publicación y he ido escribiendo y publicando tal y como se ha escrito este relato: según me ha ido dando, cuando ha surgido. En definitiva, que os agradezco la paciencia en este sentido. Un poco más adelante os agradeceré más cosas.


Por otra parte, ya hablamos en el anterior post del temor a finalizar las cosas. Sí, el miedo a no hacer un final a la altura (esté donde esté colocado el listón) de todo lo anterior ha estado ahí durante todo el tiempo que ha pasado desde que terminé el IX hasta que empecé el X. Sin embargo, una vez que empecé a escribir esta última parte, no me he parado un segundo a pensar en ello. Siendo fiel al compromiso que adquirí, primero conmigo mismo y después con vosotros, este final ha sido escrito sin un objetivo (aunque sí con una idea general de qué podía pasar) y sin ningún esquema. Y ha salido lo que ha salido. No lo he revisado ni he pensado en releerlo y cambiarlo si no me satisfacía del todo. No. Lo que vas a leer después de esta turrita habitual es lo que ha salido a la primera.


Y es cierto que mientras iba escribiendo pensaba "vaya, esto podría durar más capítulos, no lo voy a poder acabar en uno". Pero me he dado cuenta de que no hacía falta. Que el final llegaría cuando yo considerara que era hora de terminar de escribir. Sé que puede parecer que esto no tiene sentido, pero en mi cabeza yo, al menos, lo entiendo. Disculpas también por eso.


También quiero confesar que lo que he sentido al escribir la palabra FIN ha sido algo de alivio. En varios sentidos. He sentido alivio al haber sido capaz de cerrar la historia. Con mayor o menor pericia, pero la he cerrado. En cierto modo. Y eso me ha aliviado porque es verdad que me costaba enfrentarme al final. Alivio también porque ahora, sea cual sea el resultado en vuestra percepción del conjunto, este cuento ya es vuestro. Ya os pertenece y nada puedo hacer ya yo al respecto. Y alivio, finalmente, porque ahora me siento un poco más libre para empezar (seguir en alguno de los casos) con otros proyectos sin la presión de "eh, Gorka, que tienes que acabar lo del sótano antes de ponerte con otras cosas, mendrugo" que yo mismo me he repetido a menudo.


Ya lo dije el otro día. He comenzado a escribir otra cosa un poco (mucho más) ligera que esta, y me lo estoy pasando muy bien haciéndolo. Tanto que ahora tengo dudas de cómo afrontar ese nuevo proyecto al sentir que podría tener cuerpo como para algo más que un relato de diez partes y su publicación pública (valga la redundancia) por fascículos. Y, sin embargo, no quisiera dejar de hacer esto. He disfrutado tanto de la escritura de 'El Sótano' como de compartir en estos 'textitos previos' todo el proceso del mismo y mis sentimientos y sensaciones al respecto. Y el hecho de escribir por mi cuenta, sin tener este pequeño contacto con los lectores casi en tiempo real, es algo que se me antoja difícil. No sé, espero vuestro feedback al respecto.


Historias que comenzar tengo muchas siempre rondando en la cabeza y este formato de sentarme frente a la página en blanco me encanta. Pero, aunque sólo sea la que se pone uno mismo, y pese a que parezca una arrogancia teniendo en cuenta la cantidad de lectores que compartís este viaje conmigo, la presión de ir compartiendo los capítulos es elevada, máxime con el tiempo del que suelo disponer para ello (sí, ya sé que yo sólo me meto en mil 'fregaos', pero a estas alturas eso no va a cambiar...).


Y, finalmente, quiero compartir la sensación que más me ha acompañado a la hora de llevar a cabo este proyecto: la del agradecimiento. El agradecimiento a todos y todas las que habéis pasado por estas páginas en algún momento. El agradecimiento a los que habéis seguido el relato capítulo a capítulo, a los que me habéis pedido más, a los que os habéis quejado porque no llegaba el siguiente o porque el cliffhanger os había dejado algo torcidos. A los que habéis entendido que este era un proyecto para testar, de algún modo, mi capacidad de conectar con un público a través de lo que escribo. A los que me habéis exigido, a los que me habéis ayudado a mejorar. A los que me enviáis un mensaje cada vez que leéis un capítulo para contarme lo que os ha parecido. Los que me decís que os gusta lo que estáis leyendo y queréis más. A mi 'paciente 0' que es crítica cuando tiene que serlo, pero siempre motivadora. A mi hija Maddalen, no sólo testigo del arranque de este proyecto, si no también partícipe directa e indirectamente en muchas de las ideas que han ido saliendo. En definitiva, muchas gracias a todos los que habéis formado parte, en mayor o menor medida, de este maravilloso proyecto que tanto he disfrutado.


Y, ahora sí, ya vamos. No sin antes pedir de nuevo disculpas por esta turrita que tan pacientemente habéis soportado una y otra vez antes de ir al meollo de la cuestión. Os dejo ya con el final de 'El sótano', pero también con una última pregunta: ¿Y ahora qué?


EL SÓTANO (Parte X. Final)




La explosión hizo retumbar las paredes de aquel pasillo como un cuerno vikingo al ser tocado justo antes de la batalla. Pequeñas piedrecitas caían sobre el techo y en la cabeza de Leslie, que corría hacia la portezuela del pasillo. Sin duda, eso habrá atraído su atención, se dijo. Lo siguiente que pensó es “Y ahora qué hago”. Trataba de trazar un plan en su cabeza pero entre la angustia de que el techo podría estar derrumbándose sobre su cabeza, el miedo a que la atraparan y la sensación de euforia que sentía al haber logrado con éxito que aquella bombona explotara, su cerebro iba a mil revoluciones y era incapaz de pensar con claridad. Lo primero era esconderse, eso lo tuvo claro a los pocos segundos.


Cruzó la portezuela y, en lugar de correr a la escalera y huir por la casa, buscó rápidamente un escondite en el propio sótano. Todavía le faltaba por cumplir una parte importante de su objetivo: salvar a aquella muchacha de las garras de su familia y sus temibles acompañantes. Junto al lavadero que había detrás de la caldera, un lavabo de piedra donde en algún momento de la historia alguien lavaba la ropa, en el suelo había un pequeño armario de metal reflectante que parecía sacado de la cocina de un restaurante. Una vez más se acordó de aquella película de dinosaurios y pensó que si aquella repelente niña podía, ella no iba a ser menos. Así que decidida fue corriendo hasta allí, abrió el armario, empezó metiendo su culo, luego sus piernas, después su cabeza y finalmente los brazos. Cerró la puerta corredera con la que se abría y cerraba aquel mueble y esperó mientras pensaba qué podía hacer a partir de ahí.


La explosión en la puerta del templo frenó en seco la ceremonia que se estaba celebrando. Mientras aún retumbaba el estruendo de la detonación, Molly Sampson pudo ver cómo aquella puerta de madera salía disparada hacia el grupo de acólitos que ya empezaban a formar una fila para participar en al ritual sexual con la joven protagonista de su sacrificio. Seguidamente vio como ese proyectil rectangular se llevaba consigo dos o tres de sus compañeros, haciendo que sus túnicas parecieran por un momento las capas de un superhéroe volando enloquecido a salvar la vida de un ser querido en el último momento. Los demás cayeron al suelo aturdidos y sorprendidos por el estallido.


Enseguida la sacerdotisa se dio cuenta de que aquello no había sido un accidente y apremió a sus compañeros a salir en busca de quien hubiera perpetrado aquella explosión. Si alguien los había descubierto, tenían que pillarlo antes de que saliera de la casa. Pensó también en Leslie, que dormía en su habitación. No había manera de que no se hubiera despertado con aquel ruido. Le sorprendería incluso que los vecinos, a pesar de que había bastante separación entre las casas, no hubieran oído aquello. Pero bueno, lo primero era comprobar cómo estaba su hija. Se dirigió a sus hijos, que se acababan de levantar y sacudían con las manos el polvo de sus túnicas.


- Vosotros, quedaos con la chica. Harold, tú…


Giró la cabeza buscando a su marido, pero no estaba allí donde ella suponía. Busco con la mirada más adelante y vio la puerta al fondo de la habitación. Bajo ella vio la túnica de Harold. El cuerpo que la vestía no se movía. No le hizo falta comprobar si aún respiraba porque más arriba vio que su cráneo había quedado aplastado entre la puerta y la pared. “Demasiado sacrificio ha requerido esta ceremonia”, se lamentó para sí y se dio la vuelta en dirección a la salida.


Leslie seguía dentro del armario cuando oyó el tumulto del grupo que salía por la portezuela. Por la pequeña rendija que quedaba abierta entre el lado del armario y la puerta corredera, puedo ver a aquellos hombre salir con prisas, supuso que en su busca. Cuando notó que subían las escaleras y entraban en la casa se dispuso a salir. “Es mi oportunidad de salvar a esa chica”, se dijo. Pero justo cuando iba a abrir la puerta, alguien más salió de la portezuela. Por los pelos, pensó, cuando comprobó que era su madre. Enseguida se dio cuenta de que su madre ataría cabos si subía a su habitación y no la encontraba allí. Pero no podía pensar en eso, tenía que rescatar a esa pobre chica, aunque le fuera su vida en ello. Total, pensó, tampoco le quedaba mucho más después de descubrir que su familia estaba compuesta por unos locos asesinos y violadores.


Cuando el sonido de los pasos de su madre se perdió por el pasillo junto a la puerta que comunicaba la escalera con el piso, Leslie abrió la puertecita corredera y salió del armario. Al salir, vio la pala apoyada en la pared a su izquierda. Recordó aquel momento en el que su padre le había pedido que bajar a aquel sótano a buscarla y se decepcionó al darse cuenta de lo ingenua que había sido pensando que aquello que iban a cavar con ella su padre y hermanos era una piscina. Ahora veía claro que estaban preparando un pequeño cementerio en el jardín. Dios, estaban realmente enfermos, pensó. Y eran peligrosos. Sin dudarlo más, se acercó a la pared y cogió la pala. Tampoco tenía tiempo que perder en buscar otra cosa con la que defenderse en caso de tener que enfrentarse con ellos.


Justo antes de sobre pasar la escalera que subía a la casa, escucho crujir los escalones. Uno de los acólitos volvía. Seguramente, para comprobar el propio sótano, algo que antes no habían hecho. Sin tiempo para urdir un nuevo plan, Leslie se paró en seco, esperó a que el hombre bajara el último escalón y le propinó un palazo que resonó por toda la habitación. El sonido del golpe estremeció a Leslie, mientras el hombre se desplomaba en el suelo. No tenía dudas de que le había partido el cráneo. Al menos, eso es lo que le decía el crack que parecía seguir resonando en la parte más oscura del sótano.


No le dio más vueltas y corrió a la portezuela. Bajó hasta la puerta del templo y comprobó los estragos de la explosión que había provocado. Donde antes estuvo la puerta ahora había un gran boquete circular, y el suelo estaba lleno de casquetes. Desde la entrada pudo ver los restos de tres de los seguidores de la secta y al fondo la puerta, con otro cuerpo debajo. Pero la chica no estaba. Despacio, levantando la pala por encima de su cabeza, entró en el templo y lo recorrió con la mirada. Aquella estancia sólo le devolvió paredes vacías que parecían bailar al ritmo que marcaban las llamas de las antorchas y los huecos rectangulares de las entradas a otras habitaciones. “¿Dónde narices está la chica?”, se dijo.


La respuesta le llegó en forma de grito desde una de las habitaciones al fondo de la izquierda del templo. “¡Soltadme! ¡Socorro!”


Terry Henderson comenzaba a cobrar de nuevo el sentido aunque sentía un enorme dolor de cabeza. Cuando pudo distinguir lo que estaba ocurriendo, se encontró tumbada en un lecho esculpido en la pared de una habitación prácticamente a oscuras, donde sólo llegaba una luz anaranjada a través de la puerta. Tenía las manos atadas por una cuerda. De pie junto a ella, los tres hermanos Sampson estaban en medio de una discusión. Ella se incorporó como pudo y empezó a gritar. Elliot se acercó a ella y le dio una fuerte bofetada.


- ¡Cállate, zorra! ¡Me habéis jodido mi ceremonia de iniciación!


A Terry le ardía la cara pero el miedo que sentía no le hacía pensar en las consecuencias de sus actos. Y siguió gritando. Michael y Gary se acercaron también a ella mientras le apremiaban a Elliot para que la hiciera callar. Esta vez una patada en la zona del estómago logró el efecto deseado. Terry se encogió en el suelo ante el dolor y tan sólo podía gemir. Satisfechos con el resultado, los tres hermanos no se percataron de la silueta que se dibujaba en la puerta de esa habitación.


- Soltadla


Leslie agarraba la pala con fuerza. Los tres hermanos se giraron y quedaron desconcertados por un momento. Luego, una sonrisa se dibujo en sus labios. Lo siguiente fueron unas risas.


- ¿Qué crees que estás haciendo, Leslie? – Le preguntó su hermano mayor mientras se acercaba a ella lentamente.


- ¿Por qué hacéis esto? – Preguntó casi para sí la joven - ¿quiénes sois?


- Lo hacemos por el bien de todos – dijo Gary desde un poco más atrás. – Mantenemos contento a nuestro señor, que nos exige sacrificios para mantener el equilibrio en el mundo. Para que tú puedas vivir feliz y tranquila.


- Eso no tiene ningún sentido. – respondió Leslie de inmediato. Notó como Michael seguía acercándose a ella. – Si das un paso más, Michael, te reviento la cara.


Michael comenzó a reírse. Y no tuvo tiempo de nada más porque sin mediar otra palabra Leslie le estampó la pala en la cara, lanzándolo contra la pared. Al llegar a ella, Michael se chocó de frente con el soporte de una antorcha que estaba allí apagada. La fuerza del golpe hizo saltar la vieja antorcha de madera en varios pedazos, mientras que el soporte de hierro encontraba un nuevo asidero en la frente del mayor de los hermanos Sampson. Todavía en shock por lo que acababa de presenciar, Gary salió corriendo hacia delante en dirección a Leslie, que, al verlo, giró la pala en la otra dirección y encontró la cabeza de su otro hermano en el camino, lanzándolo contra el otro lado de la habitación.


Elliot se había quedado parado porque no acaba de entender lo que estaba pasando, y se había desentendido de Terry, a la que había mantenido sujeta en el suelo hasta entonces. Se incorporó para enfrentarse a su hermana.


- Vamos Leslie, ¿qué haces? Somos tu familia. ¿Es que no lo ves?


Antes de que llegara ninguna respuesta de la menor de los Sampson, Elliot se encontró con una pequeña estaca de madera clavada en un ojo. Casi pudo notar la afilada punta de la misma llegar hasta su cerebro. Al otro lado de la estaca, la mano de una sollozante Terry la sujetaba con fuerza. Elliot cayó mientras Terry dejaba soltar su mano de aquel trozo de madera que había llegado junto a ella al saltar en pedazos la vieja antorcha. Con lágrimas en los ojos y aún jadeante, se acercó a Leslie y se dejó caer en sus brazos.


- Gracias… gracias… - decía mientras las lágrimas caían incesantes por sus mejillas.


- No estamos a salvo todavía – respondió seria Leslie. – Será mejor que recuperes esa estaca, nos puede hacer falta.


Se dio la vuelta para salir de la habitación, pero antes notó como su hermano Gary empezaba a moverse de nuevo. No lo pensó ni un instante. Se acercó a él, levantó la pala y la dejó caer con fuerza sobre su cabeza. El impacto de la pala contra la cabeza y de esta contra el suelo provocó un perturbador eco en las paredes de la habitación. Sin remordimientos por lo que acababa de hacer, Leslie se puso la pala al hombro y agarró a Leslie del brazo, que se dirigía hacia la puerta después de sacar la estaca del ojo del que hasta entonces había sido su novio.


- Vamos, salgamos de aquí.


Volvieron a la estancia principal del templo y mitad de camino entre la habitación donde descansaba en paz ya la mitad de la familia Sampson y el hueco de la puerta de entrada, Leslie y Terry se pararon en seco. Frente a ellas, Molly Sampson y una decena de adoctrinados las estaban esperando.


- Hija mía, ¿qué es lo que has hecho? ¿Dónde están tus hermanos? – Un tono de preocupación se vislumbraba en la voz de la suma sacerdotisa.


- Esos bastardos ya no molestarán a ninguna otra mujer – respondió altiva Leslie, para la que aquella mujer que tenía enfrente ya no era su madre, sino un cáncer que erradicar lo antes posible.


-¿Bastardos? ¿ellos? Ellos eran los elegidos. Concebidos por el mismísimo señor Satán, engendrados en mi vientre. No como tú. Aunque también pensamos que eras la elegida cuando te arrancamos de los brazos de la zorra de tu madre.


Un escalofrío recorrió el cuerpo de Leslie. “¿Cómo? ¿Qué estaba diciendo?”. Su madre “¿madre?” la miraba fijamente.


- Sí querida, ¿acaso no notabas nada extraño? ¿Acaso no te has sentido siempre fuera de lugar? Tú eras la pieza clave para llevar a cabo el plan de nuestro señor. Después de Elliot te iba a tocar a ti iniciarte en el templo. – El tono de voz de Molly se fue agravando a medida que mostraba su enfado.- Tú tenías la oportunidad de ser la madre del heredero de nuestro Señor, tu ibas a traer al mundo al Hijo de la Perdición, el que desatará el Apocalipsis y traerá el equilibrio al universo.

Leslie no podía creer lo que aquella desequilibrada que hasta ahora había sido su madre estaba soltando por su boca.


- Pero lo has estropeado todo – continuó Molly - Nuestro Señor no va a estar complacido. Va a exigir más sangre. Y va a comenzar con la vuestra.


Nada más pronunciar estas palabras, una grieta comenzó a abrirse en el techo del templo. Acto seguido, los diez hombres se abalanzaron sobre las dos jóvenes. Ellas no se lo pensaron ni un segundo y se dispusieron a defenderse. Los hombres, confiados en poder someter inmediatamente a sus dos ingenuas e inconscientes oponentes, se confiaron demasiado. A los dos primeros que se acercaron por su izquierda, Leslie los aparto con un golpe de pala, mientras que agachándose acto seguido evitó que los otros alcanzaran a agarrarla. Por su parte, Terry, con la adrenalina en sus niveles más altos y mezclada con los restos de las drogas que los miembros de la secta le habían suministrado, no esperó a que llegaran sus adversarios y se lanzó directo hacia el cuello de uno de ellos, al que clavo la estaca justo en la zona de la aorta. La caída del hombre lanzó a Terry sobre otros dos, aún sorprendidos por el ataque lanzado por la joven. La suerte quiso que un gran bloque de piedra se desplomara del techo enterrando inmediatamente a los otros dos. Ambas jóvenes lograron salvar el primer embate, pero aún les faltaban varios adoctrinados de los que escaparse. Las estaban acorralando contra una de las paredes. Leslie vio a su izquierda una de las antorchas que iluminaban la estancia y rápidamente la sacó de su soporte y se la lanzó a los hombres que la acorralaban. La sorpresa ante este acto inesperado dejó a varios de ellos indefensos frente a un nuevo ataque de pala de Leslie. Terry, en su lado, logró clavar la estaca en el estómago de uno de los hombres, pero otros dos la cogieron de los brazos y la apartaron de la pared hacia una de las habitaciones del otro lado del templo. De allí salía Molly Sampson sosteniendo en sus manos un gran machete ceremonial, cuya funda estaba adornada con vivos colores rojizos y unos flecos que simulaban ser regueros de sangre con cabezas de serpiente.


A Leslie le quedaban dos hombres frente a sí. Convencida de que el mismo plan no iba a funcionar otra vez, decidió cambiar de estrategia. Se percató de que uno de los hombres llevaba al cuello por fuera de la túnica un collar dorado, así que empezó por el otro. Asió la pala en forma de lanza y empezó a correr apuntando la hoja de la pala directamente a su cuello. Con todas sus fuerzas empujó la pala contra el cuello del hombre hasta llevarlo contra la pared, mientras notaba como el otro la cogía de la cintura para atraparla. La pala dejó semiseccionada la cabeza del primer hombre, dejándolo completamente fuera de combate, mientras que Leslie recordó una de las llaves que le habían enseñado en clase de lucha en la escuela. Casi le parecía gracioso que una de aquellas enseñanzas de evasión fuera a tener finalmente algún tipo de utilidad en la vida real. Girando el cuerpo y haciéndolo rodar mientras subía una de las rodillas hacia el pecho de su captor logró desembarazarse de él, teniendo tiempo de rodearlo por la espalda y agarrar fuertemente la cadena que colgaba de su cuello. La retorció todo lo que pudo y apretó con fuerza mientras aquel tipo trataba de revolverse haciendo aspavientos con los brazos.


Mientras el adoctrinado hacía un último y vano esfuerzo por mantenerse con vida, Leslie pudo ver por el rabillo del ojo como Molly empezaba a sajar el cuerpo de Terry mientras los otros dos la mantenían quieta agarrándola de sus brazos. Una vez terminado el trabajo con el estrangulado, suspiró, se quitó el sudor de la frente, recogió la pala del suelo y resopló antes de emprender la marcha hasta donde estaba su ‘madre’. El techo seguía desprendiéndose a pedazos, y Leslie pensó que si seguían allí daría todo igual, porque finalmente el cielo iba a desplomarse sobre sus cabezas.


- Quieta o le rajo el cuello a tu amiguita – dijo Molly al ver a Leslie acercarse, mientras apoyaba el afilado machete en el cuello de Terry.


Una vez más, la suerte se puso del lado de las dos víctimas y un pequeño temblor en el suelo y la caída de un bloque de piedra junto al grupo hizo que los que sostenían los brazos de Terry bajaran la guardia por un momento, cediendo la presión con la que la agarraban. Ella aprovechó el desconcierto para alejar su cabeza del machete, lo que le dio la oportunidad a Leslie de dejar caer la pala sobre el brazo de Molly, haciendo que el arma cayera a sus pies. En su intento por recuperar a su presa liberada, los dos hombres no vieron venir sendas piedras del tamaño de un ladrillo que cayeron sobre sus cabezas, y que Terry había podido recoger de los restos del suelo.

Leslie empujó a su madre para apartarla. Recogió el machete del suelo. Se acercó a ella. Los ojos de la impostora que la había criado durante los 14 años de su vida mostraban la mirada de quien se da cuenta de que la situación se le ha ido completamente de las manos, de quien sabe que ha perdido la partida.


- Fin de partida – dijo inconscientemente Leslie antes de hacer volar la hoja del machete hasta el cuello de la suma sacerdotisa, que mantuvo la mirada de sorpresa aún cuando su cabeza se estaba desprendiendo de su cuerpo. El golpe seco de la cabeza contra el suelo competía con el de las piedras del techo que estaba a punto de colapsar.


- ¡Terry! ¡Corre!


Las dos chicas corrieron hasta la puerta mientras parte del techo del templo se derrumbaba, enterrando todos los cuerpos que yacían en el suelo. Corrieron hacia arriba por el pasillo de paredes de piedra. En su carrera, a Leslie le pareció ver a un lado a aquella chica vestida con un manchado vestido blanco. Parecía sonreír y asentir tímidamente esta vez.

Cruzaron la portezuela justo antes de que todo el techo del pasillo colapsara también. Ambas se dejaron caer exhaustas en el suelo de aquel sótano. Se miraron mientras jadeaban por el esfuerzo. Lágrimas de alivio corrieron por sus mejillas. Estaban a salvo.


Leslie recorrió aquella estancia con la mirada. Tenía la sensación de que allí había comenzado todo. Y se preguntó: “¿Y ahora qué?”.


FIN

 
 
 

Comments


bottom of page