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EL SÓTANO (Parte V)

Foto del escritor: Gorka ArtazaGorka Artaza

Actualizado: 24 mar 2021

La acumulación de trabajo y distintos proyectos (ya sabéis como va esto), han prolongado un poco la espera para tener entre nosotros esta quinta parte de 'El Sótano'. Pero ya ha llegado. Finalmente, en las postrimerías del fin de semana, agarré el toro por los cuernos (aunque no me gusta mucho el símil), me puse en la TV un vídeo de Youtube de una hoguera en 4k para sentir ese calorcito ficticio que te arropa y te permite concentrarte, y me puse a ello.


Y he aquí el resultado. Como sé que os gusta saber qué pasa por mi mente cada vez que me pongo (a escribir, se entiende), os diré algo que me está pasando ahora. Y es que, pese a que escribo sin plan u objetivo alguno, mientras estoy desarrollando la historia, pienso en cómo puede acabar y voy disfrutando haciéndome la idea de que voy a tener un final chulo para la historia.


Sin embargo, a su vez, siento que quizás no me vea capaz de elaborar un buen camino para llegar a esa meta final y me agobio y me desconcentro. Así que, una vez más, pido vuestra comprensión ante el hecho de que publico esto recién escrito, sin atender más que a posibles faltas de ortografía.


Dicho todo esto, allá vamos con la quinta parte.


EL SÓTANO (Parte V)




- Ya se lo he explicado agente Carter.


- Repítelo, porque no nos queda claro. Cuéntanoslo todo de nuevo, Elliot.


El olor de aquella sala estaba empezando a irritar a Elliot. Era una mezcla de olor a viejo, a moho, mezclado con el de rosquillas recién horneadas. Tampoco es que aquella sala fuera bonita. Pequeña, de paredes oscuras, con una mesa en el centro iluminada por un fluorescente que sin duda había vivido días mejores. A Elliot aquella sala le recordaba a un espacio que perfectamente podría encontrarse tras la entrada de la cueva por la que los Fraggle solían escapar justo antes de que Sprocket consiguiera atraparlos.


Él estaba sentado a un lado de la mesa, mientras que el agente Carter y la ayudante del Sheriff Johnson se sentaban frente a él. Tras ellos, Elliot podía verse reflejado en el enorme falso espejo tras el que intuía que había más personas observando, así como una cámara grabando. El joven Sampson creía que el juego de 'poli malo – poli bueno' sólo ocurría en las películas, pero casi hasta le divertía descubrir que en la vida real la policía también lo utilizaba. Menos divertido iba a resultar contar todo de nuevo. En este caso, la ayudante Johnson había adoptado el papel de poli bueno.


-Mira, por lo que nos ha contado la familia, sabemos que Terry es una chica feliz y que está muy emocionada con vuestra relación, que la tratas bien y que hace dos noches la llevaste a casa tal y como estaba previsto. Pero queremos conocer todos los detalles por si se nos escapa algo.


- Ya se lo he dicho, llevaba días preparando el plan para nuestra cita de San Valentín. Yo sabía que Terry estaba muy emocionada porque nunca había celebrado una y yo quería que fuera inolvidable para ella.


“Fui a recogerla a su casa a las 4.30 pm, después de que nos hubiésemos duchado y vestido al llegar a casa después del instituto. Luego nos fuimos directamente al minigolf. Una de las tardes más divertidas que habíamos tenido había sido allí y quería recordar aquellos momentos. Estuvimos como una hora jugando y después nos fuimos al 50’s, el bar ese nuevo que han abierto en Union Square y que recrea los años 50. Tomamos una hamburguesa y unos batidos y después bailamos un rato en la pista de baile. A Terry le gusto mucho bailar, así que lo estaba pasando bien. Después de eso, fuimos a dar un paseo por el parque Kennedy. Estuvimos, ya saben… dándonos unos besos en uno de los bancos del parque. Poco antes de 10 pm la dejé a la entrada de su casa y vi cómo iba hasta la puerta. Su padre y su madre estaban allí y me saludaron al verme. Ella se giró antes de entrar mostrándome su sonrisa. Estaba muy contenta pues la cita nos había ido bien. Luego volví a mi casa y ya no he vuelto a saber nada de ella.


- ¿Pasó algo extraño, fuera de lo común, mientras estabais juntos? ¿Algo que pudiera disgustar a Terry? – Carter, fiel a su papel de poli malo, fruncía el ceño para mostrar deliberadamente su incredulidad, pese a ser completamente innecesario en aquel momento.


- No. Lo pasamos bien y estábamos felices.


- No pareces demasiado afectado por su desaparición. – El agente se inclinó hacia delante para enfatizar sus dudas.


- Mire, les he contado todo lo que pasó, ¿puedo irme ya? Me gustaría poder hablar con los padres de Terry.


- Puedes irte Elliot – dijo la ayudante Johnson – ya te llamaremos si surge algo.


Antes de salir de aquella sala, Carter se aceró a Elliot y agarrándole ligeramente del brazo lo acercó hacia sí y le habló dirigiéndose a su oreja.


- Hay algo que no me estás contando, chaval. Y lo averiguaré.


Con cara de asqueado pero sin ningún atisbo de temor, Elliot salió de la sala y se dirigió hacia la puerta de la comisaría. La noche caía ya sobre el pueblo y al salir tuvo que arrebujarse en su chaqueta porque ya estaba refrescando. Miró hacia ambos lados de la calle y emprendió el camino hacia la casa de los Henderson.


Elliot siempre había tenido algo especial. Al menos, su madre así se lo había hecho saber. Siempre decía que si alguno de sus hijos iba algún día a ser presidente de los Estados Unidos, o, al menos, alcalde del pueblo, ese iba a ser Elliot. La verdad es que el joven tenía carisma y conseguía que todo el mundo a su alrededor disfrutara de su presencia. Era atento, educado, y sabía cómo hablar a las personas mayores que él para dejar una buena sensación desde la primera impresión.


En el instituto sacaba buenas notas, participaba activamente en las clases, era buen compañero y siempre tenía una sonrisa preparada para cuando alguno de sus profesores le lanzaba una pregunta. Estaba en el equipo de fútbol, donde tenía el respeto de todos sus compañeros. Si alguno de sus amigos tenía un problema, al primero al que se lo contaba era a él.


En casa había sufrido las bromas pesadas de sus hermanos mayores, pero pronto se las ingenió para formar parte del equipo creativo y ejecutor de las mismas. Claro que a eso ayudó mucho la presencia de su hermana Leslie. En ocasiones, sentía lástima por ella. La veía ya de por sí muy deprimida y ciertas bromas ideadas por sus hermanos las veía excesivas para una niña de su edad, así que trataba en ocasiones de ayudarla. Aun así, su hermana para él seguía siendo un bicho raro.


Nada que ver con las otras chicas del instituto. Elliot siempre había gustado a las chicas y el siempre había correspondido con generosidad a ese aprecio por su parte. A sus 16 años, no se consideraba asimismo un rompecorazones, pero sí que podía presumir de haber estado con más chicas que cualquiera de los demás chicos del instituto. Perdió su virginidad con 13 años con una chica dos cursos mayor que él, a la que acompañó una vez a casa al acabar las clases. El granero del padre de aquella chica fue el escenario de tal proeza, y Elliot no perdía detalle al recordar aquella hazaña junto a sus amigos. Desde entonces, había habido muchos graneros, muchos escondites tras los setos de algún parque, muchas habitaciones pintadas de rosa con la cama rebosante de blancos ositos de peluche, y algún que otro padre cabreado. La vida en cuanto al amor, o más bien el sexo, le sonreía.


En Terry vio algo distinto. Siempre le había llamado la atención en clase, pero nunca se había acercado demasiado a ella porque no era como las otras. No iba a fiestas ni se quedaba sentada en los bancos frente al instituto a comentar con otras amigas lo guapos o feos que estaban ese día los chicos de su edad. Aquel trabajo de Biología fue la oportunidad para conocerla mejor. Desde el principio conectó con ella, se fue encariñando y pronto supo que era la chica perfecta. La chica perfecta para llevar a cabo sus planes.


Los Henderson estaban abatidos cuando Elliot volvió a su casa. Se preguntaban una y otra vez qué había podido pasar. Según le contaron, Terry había entrado en casa después de que él la trajera, les había contado que había tenido una noche estupenda y que quería subir a su habitación a dormir porque estaba cansada. Y ya no volvieron a verla. Cuando la señora Henderson subió a despertarla a la mañana siguiente, ella ya no estaba. Su cama seguía perfectamente hecha y todos sus ositos estaban colocados en su lugar de siempre. El bolso y la chaqueta con la que había salido esa noche tampoco estaban. La silla del escritorio estaba en su sitio y nada parecía fuera de lugar. El lavabo junto a su habitación estaba igual que siempre, con todas sus cosas en su sitio. Su cepillo de dientes, sus cremas, sus distintos perfumes según para cada ocasión… Incluso el papel higiénico que la señora Henderson había cambiado la tarde anterior seguía entero, sin haber sido nunca abierto. Era como si nunca hubiera pasado por casa después de aquella cita.


Elliot trató de consolar a los padres de Terry diciéndoles que seguro que pronto aparecería, que igual había tenido que ir a hacer algo, a preparar una sorpresa, que quizá había salido de casa antes de que ellos se levantaran y se había quedado con alguna amiga después. Las palabras no acabaron de funcionar del todo pero por un momento lograron calmar su desolación. Le dieron las gracias y convinieron en avisarle si tenían alguna noticia, y viceversa.


La extraña sonrisa con la que Elliot abandonó la casa de los Henderson hubiera sorprendido a todos los que aquella noche habían hablado con él sobre Terry Henderson y su extraña desaparición. ¿A todos?

 
 
 

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